Durante un viaje como clown social en Rumania, en octubre del 2006, con mis companeros visitamos un Instituto que hospeda menores húerfanos. Los pequenos eran más de cien y el personal de servicio no llegaba a ser más de seis encargados en total. En particular, me impresionó un nino entre los tantos, que a pesar de que tuviera 3 anos, no era capaz de hablar. Nadie había perdido tiempo en ensenárselo. Algo se quebró y algo contemporáneamente nació en mí. Era una nueva conciencia, que quedó por anos en el fondo de mi corazón, día tras día, latido tras latido, la cual hizo florecer este libro.