El afortunado hiperrealismo que caracteriza la obra de J. M. Servín adquiere en esta serie de relatos una dimensión inquietante que sólo la sutileza y vitalidad de su prosa pueden ofrecer. Servín encarna los peores escenarios de la decadencia urbana en la piel de personajes desesperadamente solos, desesperadamente humanos; lo mismo la intimidad de sórdidas vecindades que el abismo interior del hombre común: amas de casa, dipsómanos, oficinistas de bajo perfil, pandilleros o empleados de zapatería que se valen de los métodos más oscuros para resistir al hastío.