La brisa del mar llegó y me revolvió el cabello, agitándolo sin descanso. De tanto vaivén, lo llenó de nudos: unos en la raíz —los que más dolían—, otros a mitad de melena, hasta dejar las puntas encrespadas. No duele la vida en sí, ni siquiera las sorpresas desagradables; a veces, hasta tienen algo de humor. Lo que realmente duele, en medio de la lucha
—aun con buenas armas—, es la desesperación.
Por suerte, esa desesperación dura poco. Entonces miramos atrás y no lo llamamos experiencia —porque, tal vez, nadie quiere volverse profesional del dolor—, sino un tropiezo in-esperado. Aprendemos que en la vida hay tramposos que usan trampas disfrazadas de simpatía y amabilidad
El trayecto de vivir es complejo: una cuerda de cordura manchada de locura. Lo bueno es la bondad. Lo peligroso, la angustia. Y, a veces, la única forma de salir de una trampa... es con otra trampa.