Cuando en Inglaterra se conoció la historia real de Alexander Selkirk, un marinero que fue abandonado en una isla desierta cerca de las costas de Chile y que vivió varios años en la soledad hasta ser rescatado, inspiró a Daniel Defoe a hacer otra de sus novelas basadas en hechos reales, aunque presentándolas como si fueran una descripción periodística de los sucesos. En el caso de Robinson Crusoe, para dar la ilusión de que se trataba de memorias reales, la primera edición ni siquiera tenía el nombre de Defoe. Es una novela que guarda el interés a lo largo de ella y es considerada como un monumento de la literatura.
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